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Pero así y todo Hércules no mata a Hades, no lo puede matar ya que es inmortal, aunque consigue arrastrar a Cerbero, el perro guardián del infierno (es una de sus tareas) y traerlo a la superficie. Por supuesto Cerbero regresa luego. Hércules es así el único personaje mitológico que entra allí con conducta heroica y va absolutamente perdido: quiere pelearse con las sombras, porque no comprende que son sombras, las ve como phrenes y como thymos y por lo tanto no puede entender nada, no aprende nada en el reino de Hades, solo va para realizar una hazaña más y por ello no resulta transformado en su mirada de exterioridad, de literalidades, de "realidades tridimensionales". No es transformado como es transformado Odiseo o Eneas; ellos no ganan nada allí, sino que pierden convicciones y obtienen la sabiduría de la imaginación.

No es ésta la idea de la psicoterapia moderna, por no decir de la astrología moderna, que dicen: con Plutón renacerás, vas a ser mejor que antes. Entonces uno se imagina, bueno sufriré pero luego saldré y ya no sufriré más, saldré más invulnerable, saldré fuerte, crecido, robusto e impermeable al dolor. Me descuartizarán pero luego me recompondrán como una cirugía estética, saldré más guapo. Esta es más o menos la idea que habla tanto y bien de transformación como una defensa contra la profundidad. Las teologías del renacimiento encubren el miedo a morir y las doctrinas de la transformación encubren una defensa contra la profundidad. Las interpretaciones del lado oscuro en función del lado diurno encubren y son promovidas por una defensa.

Estas defensas se sostienen bajo nombres como salud, terapia, curación, crecimiento, mejora; y éstas son justamente las esperanzas que hay que abandonar al entrar al Hades: ni curación, ni transformación, ni mejora, ni crecimiento sino desprendimiento. Y este desprendimiento, y el abandono de las previas convicciones, es ya una iniciación.

"Los poetas más recientes, sobre todo Virgilio, comunican al Hades con la tierra por medio de numerosos accesos situados en cavernas, grietas o lagos profundos" continúa Hamilton, como ven: todo rutas hacia abajo. Nunca son escaleras, ni montañas que hay ascender, nunca es huir hacia el cielo, nunca implican ascensos, nunca implica el esfuerzo y la lucha por llegar a unas metas, a una cumbre, al contrario: es depresión. No solo es depresión, pero el acceso es a través de depresiones: el Tártaro y el Erebo son dos ámbitos del submundo y dos ríos. Erebo quiere decir "cubierto", tapado. En la mitología homérica el origen del todo es el Caos que a su vez gesta a la Noche y al Erebo. De la Noche y del Erebo nacen Tánatos, Hypnos y Eros, o sea de la Noche y de lo cubierto, de la noche y de lo que no se ve, encubierto.

Según Virgilio el Tártaro y el Erebo son las dos regiones del submundo; el Tártaro la más profunda, lo que está en el fondo sin fondo del Hades, se decía que la misma distancia que hay de la Tierra al Sol o al Cielo, es la distancia que
hay del Tártaro a la Tierra, así como vemos de lejano el Cielo, así de lejos pero para abajo está el Tártaro.
El Erebo es la zona intermedia por donde pasan todas las almas al morir y es la zona donde se van a encontrar con una serie de ríos que hay que atravesar para llegar a las zonas más profundas. En uno de esos ríos hay un barquero que se llama Caronte. Caronte cruza a las almas desde el lado más cercano de esta vida a la profundidad del otro mundo.

Ahora bien, una vez que has cruzado ya no puedes salir y por eso el otro lado está custodiado por este can Cerbero, que según unos tiene tres cabezas, según otros cincuenta, a fin de controlar que nadie se escape: una vez que se entra ya no se sale.

Los astrólogos no tienen en cuenta esto cuando hablan de los tránsitos de Plutón como de una entrada de la que se saldrá, ¿a ver quién saldrá de ahí? ¿quién puede ser más listo que Cerbero? ¿quién se cree tan pillo que puede burlar a los dioses?
Dante, Dionisios, Eneas y Ulises salieron, pero porque contaron con el permiso y la ayuda de los dioses.
Ya vimos que Homero decía de este reino:
Mundo indeterminado y sombrío ocupado por las sombras...
Comentario: O sea quien habita el Hades son sombras.

Ya veremos lo que ha pasado también con la noción de sombra en la psicología. Ya veremos cómo la negación del Hades lleva a la convicción de que la sombra es algo que el yo arroja, que la sombra es un producto "derivado" del mundo diurno, y que la sombra sólo surge porque hay sol. Esto es lo que dice la psicología de la superficie. La sombra se explica por el sol y por la luz.. Pero según lo que nos cuenta Homero, las sombras no tienen nada que ver con el sol. Son las formas de existencia del Hades que está muy lejos del sol. La sombra es anterior a (más arcaica y, por ello, más original que) la luz, las sombras provienen de un reino donde no hay tiempo.

La psicología más moderna, habla de la sombra como algo que yo debo integrar porque es algo que yo arrojo. Esto lo pone en cuestión la mitología: la sombra va contigo pero no viene de ti, la sombra es el continuo recordatorio de que, aunque estés aquí, perteneces también al reino de los muertos.

Así que todas estas ideas " positivas" acerca de Plutón y de integrar la sombra, pueden llegar a cambiarse: quizás la sombra no está para que yo la integre sino para desintegrarme a mi. ¿Qué pasaría si la sombra me desintegrara, ya que es la conexión con el submundo, donde toda ilusión de unidad y de entereza se ve sacudida por la experiencia de un desmembramiento? ¡qué miedo! Sobretodo qué miedo para aquel cuyo ideal es la entereza, la integración, el control, la conquista, el éxito y el progreso; ese sin duda se deprimirá ante este desmembramiento. Para ese la muerte tiene que ser un hecho, un acontecimiento natural, físico, y no un estadio de la vida, porque si hay ese estadio de la vida entonces ha de reconocer que no se tiene el menor poder sobre el.

Ya los antiguos hablaban de dos psiques, de dos almas: el alma de la vida y el alma de la muerte. Un alma que está cuando estamos despiertos y esa alma tiene sed de vida, está pegada a la vida y un alma que es el alma de la sombra. Estar vivos para una es estar muertos para la otra, pero estar vivo para la otra alma es morir para la primera.

En términos modernos podríamos decir que en la psicología y el modo de vida occidental de hoy en día, esa alma de la vida se llama "ego". El ego es el alma de la vida diurna. Psique es, en cambio, el alma de la sombra, es el alma que no tiene ni phrenes ni thymos, no es frenética ni audaz, ni siquiera esencialmente activa. Al contrario: frenetismo, actividad, son las características definitorias de ese lado diurno que llama "vida", a lo cual, desde el lado nocturno, se le podría llamar "manía". Manía: locura de acción, la manía no es sino la defensa contra la depresión. Esto nos lo encontramos todos cuando nos hallamos sin nada que hacer, e inmediatamente se despierta el impulso frenético de ver gente, ver películas, hacer algo; creemos que es una decisión saludable, sin advertir que esa decisión no la tomamos nosotros sino que nos vemos compelidos porque hay una defensa que nos empuja. No es algo que queremos hacer, sino que tenemos que hacer para no encontrarnos con el reino de las sombras.

Quizá la depresión sea la respuesta a la manía, quizá hay depresión porque hay manía, quizá no existiría la depresión sino estuviéramos instalados en la manía. Desde Hades no podemos hablar de depresión, sólo podemos hablar de depresión cuando estamos en la superficie, ya que es ésta la que desaparece, se hunde, se desvanece. Pero desde la hondura, el que desaparece de la superficie en realidad vuelve, regresa, retorna (epistrophé, que es conversión) y recuerda.

 La memoria también es una figura del mundo de la noche. El sueño y la muerte y la memoria son hijos de la noche, y ¿qué quiere decir esto? Pues que no están al servicio del día. Por lo tanto es banal, un artificio heroico, el pretender "aprovechar" la memoria, los sueños y las depresiones para buscar riquezas del día, porque es traicionar a su vocación nocturna, su carácter de iniciaciones rituales, de retornos y conversiones hacia la dimensión de Hades, el reino del alma.
Es comprensible, porque desde donde está Freud, que es un gran viajero psíquico, el único nombre que él le puede dar al reino de Hades es “lo inconsciente” y es un nombre que sólo se puede dar si uno no está al lado de la noche: es llamarlo lo "no-consciente", es como llamar a la noche: "no-día", es un término tan general que mete todo en el mismo saco, siempre tomando como referencia al día, a la conciencia. Es como si a África la llamáramos no-Europa. Es como si en realidad dijéramos que solo existe Europa y no-Europa y en no-Europa no podemos distinguir si se trata de África, Asia, América u Oceanía. Solo es no-Europa y allí va a parar todo. Lo in-consciente: lo no-consciente. Esta es una tesis, una posición, de la consciencia misma.

Cuando Hades se transforma en un reino tan poco especificado, tan poco reconocido en su diversidad, olvidamos  que existe allí la multiplicidad. No es una sola cosa, como ahora llamamos inconsciente a todo eso y ya no podemos distinguir una obsesión de una vocación, no podemos distinguir un movimiento de deseo de una imagen del alma, ya que a todo lo llamamos lo inconsciente. No podemos distinguir una ensoñación del estado de coma;  por lo inconsciente se entiende el coma, el sueño, la muerte, el impulso, etc., como si fueran todos la misma cosa. Por eso es tan importante recuperar la variada geografía de Hades, para poder restituir riqueza a las experiencias del alma, no en una unidad borrosa de patología, sino en el ámbito preciso donde su expresión encuentra su sitio propio, su "topos" (localización). No tengo un "topos" para la angustia y por lo tanto la considero algo que no debe ser, y la vivo como algo (un problema) "mío": “mi angustia”: no reconozco así en la angustia una diosa poderosa con un llamado especial, con su propio topos y con su propio "qué", y por lo tanto la vivo como un producto mío. “Es mío” y esto es lo característico de Hércules, es lo propio del reino de la luz, en tanto que desconectado del reino de la sombra.

Virgilio habla de que se desciende por un sendero que conduce hasta donde está el río Aqueronte o Aquerón que se traduce como “el río de los gemidos”. La entrada al Hades está custodiada por un río de gemidos, y está allí también el río Cócito; llamado “el flujo interminable de los lamentos”. Aflicción y lamentos constituyen la frontera del Hades.

Caronte recibe en su barca a las almas de los muertos, las transporta a la otra orilla donde se abre la puerta que conduce al Tártaro, o sea la zona más profunda. El guardián de la puerta del infierno es Cerbero, el perro de tres cabezas que en la descripción de Hesíodo tiene cincuenta, porque mira hacia todos los lados a la vez: es un tipo de mirada de la que estamos olvidados en el reino diurno del Sol. En el reino del Sol la mirada es unidireccional, requiere concentración en un punto, en tanto que los dioses del submundo miran en varias direcciones a la vez: no es la suya la mirada enfocada en un punto, sino la mirada desenfocada porque gira hacia todos los lados a la vez, y esto también tiene que ver con Plutón.

Tiene que ver con una mirada que no trata de mirar la cosa, sino el entorno de la cosa, no la cosa misma. Es una mirada que se parece más a un olfateo y es curioso que Heráclito diga: “Las almas olfatean al entrar al Hades”, como si perdieran la vista y el oído. No se mira, no se oye, tan solo hay olfateo. La apreciación es mucho menos intelectual que el mirar "el aspecto", "la forma", "el ides", y consiste en aprehender el olor de las cosas. Ya veremos que cuando le damos espacio a Hades éste nos hace desenfocar en lo que estamos enfocados a fin de percibir no tanto lo que hay, sino la sombra de lo que hay. La sombra fugitiva de este pensamiento; en la conducta, se oculta una sombra que no se puede ver directamente, lo escondido en lo manifiesto y por lo tanto no se agudiza la mirada hacia lo que hay, sino que se desenfoca para ver lo escondido en lo que hay. Plutón en mí oye lo que no se dice cuando se dice: lo nodicho en el decir, lo ausente en la presencia, así como con la presencia de lo ausente.. La atención no es a lo que se dice sino al contexto en el que se dice, al lugar, el "topos". En este sentido no se trata de una mirada apolínea, conceptual y definida, sino que aprehende lo visible desde lo invisible, sin atender primariamente a lo visible. Mira el "desde dónde" y "a través", más que "el qué".

Este será uno de los rasgos que astrológicamente se pueden atribuir luego al planeta Plutón también.

Aparte del Aqueronte y del Cócito, hay tres ríos más que separan el submundo de la superficie de la tierra: El Flegetonte que traducido es “ardiente, ardor”, es un río en el cual las almas se secan. Se secan de la excesiva humedad, las almas se limpian de tanto thymos y de tanto phrenes, para dejar solo psique. Es curioso porque esto también lo dice Heráclito: “es para las almas muerte el agua”. Por eso el alma al entrar al Hades se seca. Lo podemos decir así: se libera de sentimentalismo.
El alma no es sentimental, lo que llamamos sentimientos es una expresión de phrenes y de thymos, de furia por vivir, de furia por abrazar, por participar, por comulgar en la actividad. La entrada a Hades no es sentimental. Puede haber aflicción, pero no hay sentimiento, vinculación. En cierto sentido el mundo de la noche es temible para el mundo del día porque es desvinculante. Cuidado, desvinculante tal y como entiende "vincular" el mundo del día; los vínculos diurnos (exteriores, hacia "afuera") se desvanecen, pero esto no quiere decir que sea absolutamente desvinculante.

Heráclito dice: La armonía oculta, o las conexiones ocultas son superiores a las conexiones manifiestas. La pérdida de la conexión manifiesta hace patente la armonía oculta y la armonía oculta es más profunda y más esencial que la armonía manifiesta.

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