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O sea que tal vez detrás de toda esa vinculación del mundo diurno; nos juntamos, bebemos, charlamos, participamos, procreamos, nos asociamos, nos relacionamos, nos sentimos, producimos más y más y más... hay un alejamiento de la oculta armonía. "Cryptos" en griego es oculto. Por eso Hades es la percepción de lo oculto, habla con un lenguaje que para la luz del día resulta críptico. A Heráclito lo llamaban "el oscuro" porque no se entendía, lo que decía era críptico. Él hablaba de la armonía oculta de las cosas y llego a decir: “a la naturaleza le gusta ocultarse”. Muchos lo traducen como “la naturaleza ama ocultarse”. Esto querría decir que lo esencial pertenece a la profundidad, lo esencial está escondido. Una forma más de decirlo es que "lo esencial es invisible a los ojos" como en El Principito de Saint-Exupery, pero lo invisible a los ojos pertenece al reino de las sombras. Por eso Heráclito es oscuro, porque pertenece a otro reino y por eso dice que cuando estamos despiertos estamos muertos y cuando dormimos despertamos. Pero ¿a qué despertamos? No al mundo de actividad frenética, cuando dormimos despertamos al reino de la muerte: dormir y morir, Hypnos y Tánatos, los dos hermanos hijos de la Noche. Hypnos el sueño, Tánatos la muerte. Por lo tanto, quizás los sueños hablen de la muerte, del reino de Hades y la profundidad, y no de la vida "natural", de la physis, de lo "físicamente real". Quizás lo sueños son ya el mundo de la muerte, lo que pasa es que nos acercamos al mundo de los sueños con intereses del mundo de la vida. Freud decía que las figuras del sueño provienen de los objetos del día y ahí se manifiesta el miedo a Hades; todo lo que aparece en mis sueños son transposiciones de circunstancias externas, de modo que finalmente Hades viene a ser un derivado de la superficie. Hillman lo advierte cuando escribe: Así que en el comienzo la psicología profunda, con Freud, toma en cuenta a Hades pero no llega del todo a reconocer su topos, porque transforma lo que hay en Hades en imágenes-copias de lo que "realmente existe" que está fuera del Hades, o en formas alegóricas del ego o de sus cualidades: lo físico, lo natural. Con esto a las criaturas de la noche todavía las consideramos propiedades de Hércules, que es el héroe solar por excelencia, y por eso nos acercamos a las criaturas de la noche buscando hercúleas interpretaciones que, en cierto sentido, las traicionan. Al sueño y sus habitantes "lo tengo que transformar en algo que yo comprenda", que me "sirva" de guía, referencia, orientación. Pero ¿qué pasaría si el sueño en lugar de enseñarme de la vida me enseña de la muerte? Y ¿qué pasaría si las figuras de los sueños no son ni personas allá afuera ni personas que me pertenecen, sino que fueran como dioses? Los dioses que habitan en lo invisible. ¿Qué pasaría si el señor que trae la bombona de butano en el sueño no es ni el butanero ni un complejo personal, no es mío? No es mío porque ni estoy con él en relación afuera, ni es una zona de "mi" psique, sino que es una presentación de un habitante del reino de los sueños. De modo que la pregunta es: ¿qué quiere de mí el personaje que en el sueño trae la bombona? Pero esta no es la pregunta que se hace, la pregunta que se hace es: ¿qué me aporta y qué provecho puedo sacar de este sueño? ¿Qué aspecto de mí mismo a ser integrado refleja? Pero ¿puedo integrar a un dios? En la misma época de Heráclito, más o menos, en la Grecia en la que se respetaba a la mitología (formaba una religión pero no una religión especialmente sentida porque ya se había pasado esa época homérica, con los Olímpicos) habían religiones "subterráneas", lo que se conocen como religiones de los misterios. Hubo un grupo de enorme importancia cultural que se llamaron los Órficos de los que sabemos muy poquito, precisamente porque era una religión secreta. Hércules es el personificador de la actitud contemporánea ante la psicología, es afín a la "new age" y de ésto está lleno la astrología, la psicología y el supermercado espiritual. Hércules es el que te dice: yo te ayudaré a crecer y salir cambiado de la depresión, yo te daré ventajas a partir de tus sufrimientos, yo te daré métodos para vencer el dolor, te daré fórmulas por las que serás mejor. Hércules vive así en el mito del progreso, la mejora, la "solución"; si me acerco al submundo es para progresar, para crecer, y me acerco heroicamente: vamos a pelear el dolor, vamos a pelear la enfermedad. Si hay ésto hay que ponerse en guerra y habrá o éxito o fracaso y de hecho las dos cosas a la vez, porque cuando se vive para un éxito se está amenazado permanentemente, ya mismo, por el fracaso. El lado invisible del éxito, que le acompaña, es el fracaso. Los que piensan en éxito ya están poseídos por la imagen del fracaso, es más, su avanzada hacia el éxito es su huida, su defensa maníaca contra el temido (y por ello ya anímicamente presente) fracaso. En alguna parte de esta vasta región se eleva el palacio de Plutón alrededor del cual se extienden vastos espacios helados. Helados, gélidos, fríos El infierno de los griegos es frío, no es de fuego ardiente. El único fuego que hay allí es del río Flegetonte que cuida la entrada, donde las almas se secan, pero el infierno es frío; lo más parecido es hielo, detención, quietud, y no pasión ni excitación. Ya veremos de dónde viene el infierno de los cristianos. El infierno de los cristianos ya tiene que ver con tormentos, culpas, castigos, y también con pasiones, deseos, apetitos. Ese fuego, que proviene de la filosofía de los estoicos, es entendido como el fuego pasional. Pero al infierno de los griegos se entra sin pasión: es desapasionado, es frío y está quieto. Lo curioso es que en el reino de Plutón no hay cambios, no hay ni tiempo ni cambios, todo es lo que es y tal como es, no hay allí ninguna esperanza de progreso ni de transformación. Está fijado, es esencial como decía Heráclito, y lo esencial no cambia. |
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