Normalmente pienso que si estoy torturado y me siento mal y no puedo dormir es porque yo he hecho algo mal y la consecuencia es una mayor inquietud del alma. Considero así al alma como si fuera la consecuencia del yo: si yo me porto bien no tendré torturas y si me siento fatal me pregunto ¿qué he hecho yo mal? Esto es lo que pensamos todos, pero ¿qué pasaría si damos vuelta a la cosa?
"...En tanto actuamos al modo heroico somos compelidos por la culpa y estamos siempre pagando, nuestros haceres son más como no haceres y nuestros logros visibles son compelidos por una imagen invisible que o bien no puede descansar o bien no se mueve nunca porque su deseo nunca se alcanza.."
De ahí el mito de Sísifo, siempre escalando para volver a empezar, o el mito de Tántalo nunca pudiendo calmar su sed ni su hambre, porque siempre buscamos allí afuera lo que se origina por debajo y por eso mientras más hacemos allí afuera más queda sin cumplir la atención a la mirada, y uno cree que se siente culpable porque no ha pagado lo suficiente y mientras más paga más fuerte es la culpa, precisamente porque la sombra permanece desatendida, sin amor, sin ser amada, sin posibilitar el regreso (epistrophé) del yo a sus raíces imaginales.
Ahí tendremos una explicación de lo que llamamos psicopatías y tendremos otra mirada sobre el sufrimiento y la angustia, no como algo que se tenga que curar porque mientras más lo queremos curar más sombríos somos inadvertidamente.
"...la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba..."
O sea que, lo que pasa en el submundo lo podemos ver aquí; ahora nos podemos dar cuenta de que lo que vemos arriba no se origina aquí, y no es que lo que no vemos se origine en lo que hacemos aquí, sino que es exactamente al revés: no nos queda más remedio que hacer lo que hacemos aquí con ocasión de lo que procede del submundo. En el neoplatonismo y esto lo trataremos algún día en algún curso se habla de tres momentos fundamentales: permanencia (moné), procesión (proodos) y conversión (epistrophé)
En el mundo de arriba, mundo de la procesión, no puede producirse conversión, retorno, sino a través de la sombra. El esfuerzo en procesar (progresar, crecer, avanzar, conquistar, etc.) es justamente lo que no está siendo regresado, convertido, devuelto.
Esto es una forma de "proodos", de procesión, de proceder
"...se muestra mejor en la imagen compleja de la Estigia. El helado río Estigia (odio) es la fuente más profunda de moralidad de los dioses puesto que juran sus votos en sus aguas, implicando que el odio juega una parte esencial en el orden universal de las cosas. Además de principios originarios y de orden como Eros, Eris (discordia y lucha), Necesidad, Nous (razón), también hay que hacer sitio para el odio en el esquema de las cosas. Las criaturas de la Estigia..."
La Estigia tiene hijos auto generados por ella, hijos que no tienen padre y fíjense que los nombres de los cuatro hijos de Estigia que es el odio ancestral en el límite del submundo, son:
Zelo, el celo, “celoso en su defensa del bien”, “celador de la virtud”; no los celos de tener celos de tal persona, sino “con que celo me empeño en mi misión”. Pensemos en el celo con el que los moralistas defienden sus principios...
Niké, la victoria.
Bía, la fuerza.
Cratos, el poder.
O sea que los hijos de la Estigia, del odio ancestral, son el celo, el poder, la fuerza y la victoria. Es curioso ver cómo Hércules y, en general, los patrones heroicos son proyecciones -o procesiones- de estos hijos de la Estigia.
"...La fría crueldad de la madre (Estigia) es convertida por estas criaturas en aquellos rasgos implacables que hemos llegado a aceptar como si fueran virtudes. Sus hijos proveen los prototipos para esa moralidad de cruzada que acompaña al ego en sus tareas virtuosas de destruir a fin de preservarse..."
Borracho de virtud con celo por destruir todo lo que le amenaza, empeñado en una victoria sobre la sombra, dispuesto a gobernar sobre todo lo que no entiende, dispuesto a imponer su fuerza sobre el mundo de la sombra y detrás de esto: celo, virtud, victoria y odio; por eso los héroes están llenos de odio y no lo saben. El odio es la base de lo que aparece en su mundo. Fíjense en la oscuridad que habita ahí mismo detrás de la luz de la virtud, es tremendo.
Lo podemos ver ahora con Bush en su cruzada de conjurar al demonio y entonces se habla de victoria y de gobiernos (Cratos) y de poder y de justicia, y ¿qué hay detrás? Hay una rabia ciega, sorda, no reconocida: odio.
"...la disolución de estas actitudes significaría reconvertir el celo y la fuerza de nuestro ego de nuevo en el otro que soy yo..."
Devuelve el celo a su origen, devuelve la fuerza a su origen, devuelve eso que llamas victoria a su origen y su origen es un odio. Esto es conversión, epistrophé, retorno.
"... la visión hacia los prototipos del mito, de las acciones de la vida es un acto que devuelve las criaturas a su madre (las criaturas de la Estigia son devueltas a su madre) y su odio primordial pertenece al submundo y allí tiene otro significado distinto..."
¿qué significa el odio de la Estigia cuando no se transforma en atributos del héroe justificado como virtudes de celo, victoria, etc.? ¿qué pasaría si se abandona esto, se lo reconoce como odio y se le da lo que reclama al otro lado en lugar de apropiarlo como mío? ¿qué pasaría?
"... allí su implacable frialdad da orden absoluto a los dioses mismos, manteniendo intacto su propio reino psíquico, el submundo. Estigia es la que pone los límites manteniendo la región psíquica a la cual incluso los Olímpicos han de descender, preservando no al ego sino al submundo del dolor provocado por las actitudes invasoras de la vida..."
Es decir custodiando al submundo a fin de que no sea violado por las actitudes heroicas del mundo de la luz, que viene a saquearlo, a curarlo, a corregirlo o a aprovecharse en términos de rendimiento, salud, crecimiento, progreso y afines. Cada vez que se hace ésto la Estigia genera sus cuatro hijos y aparecen el celo y la victoria, que son formas de odio encubierto. Si abandonas, depones las armas, todo vuelve a su origen (epistrophé, retorno) y ese odio no se actúa por detrás tuyo como tu sombra, sino que se revela como el temor que mantiene intacto el mundo de las sombras, como no convertible, no vendible, no transformable en thymos.
Teóricamente podríamos ser mucho más receptivos y mucho más amorosos y mucho más comprensivos ante lo que llamamos anormalidades, psicopatías, rarezas o perversiones. Esas palabras sólo existen en el vocabulario de un ego que se considera justo, que quiere gobernar, como celoso custodio de la fuerza. Cuando este ego se rinde, se entrega, entonces retorna, deja de infligir todo el dolor que impone nuestro celo, que no es más que odio encubierto. Ya no querremos curar al que se deprime, no queremos encerrar al esquizofrénico, que son palabras dichas desde el mundo de arriba, no queremos hacer bueno al que no encaja con nuestras conductas; no tendremos batalla y depondremos el celo, por lo tanto, y el sentido de victoria y en su lugar ¿qué aparecerá? Aparecerá la capacidad del submundo de aceptarlo todo y otorgarle un sitio.
La Estigia es la frontera, custodia el submundo y, por eso, para entrar al submundo hay que pasar por la Estigia. Cuando se viola el submundo ocurre lo que muestra Hércules que estaba loco como una cabra, fuera de sí y lo quiso conquistar, porque fue a vencerlo y, creyendo que conquistaba, cayó poseso por el celo y la victoria y la fuerza y el poder. |